Compasión y autocompasión en la vida cotidiana.
Compasión y autocompasión en la vida cotidiana.
La
compasión es la capacidad de abrirnos a la realidad del sufrimiento deseando
que éste disminuya. Podríamos decir que en la compasión reside el poder de
irradiar y extender la bondad y el perdón hacia los demás, hacia uno mismo e
incluso hacia aquellos que han transgredido intencionalmente.
La
palabra compasión nace de la raíz latina “passio”, que significa sufrir,
unida al prefijo latino “com “que significa con, es decir, voluntad de
sufrir con otros. La compasión es la conexión con el sufrimiento sumado al
esfuerzo sincero de hacer algo para disminuirlo. Tiene profundas raíces
filosóficas y religiosas y ha sido cultivada sobre todo en esos ámbitos aunque
en los últimos años es objeto de estudio de las neurociencias a la vez que tema
de preocupación en la medicina, la psicología y otras disciplinas afines.
La
compasión es un comportamiento dirigido a eliminar el sufrimiento y a producir
bienestar en quien sufre. En ella se pueden
considerar diferentes facetas:
- Un componente emocional que, ante la
presencia de un estímulo, y nos provoca un impulso a actuar. En este
sentido la compasión es una emoción que surge ante la percepción del sufrimiento
ajeno y nos provoca un impulso dirigido a paliar el sufrimiento que
percibimos. La conducta compasiva genera
fuertes reacciones emocionales asociadas al sistema neurológico del
bienestar.
- Un componente conductual que incluye el compromiso y la decisión de
realizar acciones dirigidas a eliminar el sufrimiento.
- Un componente cognitivo que incluye varias facetas: La atención al sufrimiento ajeno. La evaluación de ese sufrimiento La evaluación nuestras capacidades concretas para intervenir eficazmente y poder paliarlo en ese momento.
Todos
los componentes se combinan y relacionan en la acción compasiva. Así, paliar el
sufrimiento de alguien nos provoca sentimientos asociados con nuestro
bienestar; percibir el sufrimiento ajeno nos puede generar la emoción que nos
impulsa a ayudarle, etc.
Cuando
somos compasivos podemos responder con sabiduría frente al dolor que surge en
los vínculos con personas cercanas, hacia el sufrimiento del mundo y la persona
consigo misma. El logro de la actitud compasiva es complejo y difícil ya que
implica numerosos conflictos psicológicos e incluso morales. Ser compasivos no es responder al
sufrimiento por medio de actitudes basadas en la benevolencia condescendiente,
su motor no es la lástima o las culpas sin elaborar, sino un camino que conduce
a una mayor conciencia.
La
actitud compasiva no surge únicamente a costa de cualidades luminosas o
supuestamente agradables, sino que se aprende contemplando aquellos momentos en
los que nos cerramos y contraemos frente al sufrimiento, la ira, el miedo o la
alienación. Incluir a la compasión en nuestras vidas nos llevará a preguntarnos
sobre la manera de superar los conflictos, incluso en la esfera social, abriendo
el corazón a la empatía, el perdón, la paciencia y la tolerancia.
Además
del alivio de las tensiones vinculares, la compasión es una cualidad que libera
a la mente humana de los efectos de las emociones trabajosas a la vez que ayuda
a promover las más pacíficas y placenteras. La tristeza y la depresión,
la angustia, la bondad, la empatía, la generosidad, el altruismo, la culpa, la
aceptación, el coraje, la tolerancia y la ecuanimidad son algunos de los temas
que surgirán toda vez que demos un paso en el camino.
Al
hablar de compasión es necesario mencionar las enseñanzas budistas que durante
siglos, han profundizado en las prácticas. Desde esta perspectiva, la compasión
se traduce como el corazón que puede estremecerse frente al sufrimiento, como
la cualidad más noble del corazón humano, la motivación que subyace en todos
los caminos de meditación, de sanación y liberación.
La compasión es el
impulso sincero que nos lleva a querer ayudar a los demás cuando están
sufriendo, mientras que la autocompasión es hacer lo mismo por nosotros
mismos. Es inherente a cada ser humano, se puede entrenar y es la
base desde la que podemos enfocar todo lo que nos sucede en la vida, desde la
forma en la que establecemos nuestros hábitos cotidianos, las relaciones
con las personas más difíciles de nuestro entorno, hasta el vínculo que
establecemos con el sufrimiento de la humanidad en general. Solemos considerar
a la compasión como una cualidad abstracta o difícil de aplicar a situaciones
concretas, una habilidad que es loable pero sólo accesible a personas que nos
parecen espiritualmente elevadas, cuando en realidad es indispensable
cultivarla para beneficio de todos, para el mejoramiento de todas las áreas
de nuestra vida.
La
compasión hacia nosotros mismos es la autocompasión; parte de la emoción que nos lleva a neutralizar o
superar nuestro propio sufrimiento. La compasión hacia los demás incluye la
misma emoción que está involucrada en la autocompasión y, por ello, si el sufrimiento
ajeno nos deja impasibles, podemos ser también implacables con el nuestro y
viceversa. El sentimiento es el mismo y ser compasivos con otros puede
ayudarnos a serlo con nosotros mismos y si somos críticos con los demás
probablemente lo seremos con nosotros mismos.
La autora
(Neff, 2003) propone tres elementos primarios en la
autocompasión: cariño hacia nosotros mismos, darnos cuenta de que
somos parte de la humanidad y la conciencia plena (mindfulness).
La
conciencia plena nos permite percibir nuestro sufrimiento, acercarnos a él y
aceptarlo. Ser conscientes que participamos de las virtudes y debilidades de
cualquier ser humano nos permite poner en perspectiva nuestro sufrimiento y
considerar la parte de responsabilidad que tenemos en él, que es la misma que
cualquier otro tendría en nuestro caso. Finalmente, el cariño hacia nosotros
mismos, que no es egoísmo,
La
compasión y la autocompasión activan
el sistema de bienestar. Nos producen alegría y calma. Nos ayudan a afrontar nuestros fallos, a tomar
riesgos, a practicar y manejar nuestros fallos desde la competencia, a manejar
las críticas y los conflictos, a crear mejores y más armoniosas relaciones.
Puede llegar a ser el centro de nuestra identidad, si encontramos en ella el
sentido de nuestra vida.
La autocompasión nos ayuda a mirarnos desde una mirada más tierna hacia nosotros mismos, y por ende a los demás. Debemos empezar por nosotros y sucesivamente se desarrollará hacia nuestro entorno.
Os dejo un enlace a un vídeo muy interesante.
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