Primera herida de la infancia . El Rechazo
El rechazo, es la primera gran herida que se
instala en nuestro ser. Casi desde el primer momento, el de la concepción. Si
el bebé siente que no es querido, deseado, que consciente o inconscientemente
sus padres lamentan su llegada, comienza a sentir desde ese momento el dolor
del rechazo y se abre la herida. En ocasiones esto puede ocurrir en el momento
del parto por el miedo de la madre; o cuando uno de los dos progenitores
deseaba que fuera del sexo contrario… o bien cuando en el primer año de vida el
bebé no ve satisfechas sus necesidades de alimento, amor y seguridad.
Cuando alguno de sus progenitores
expresa rechazo directo o tácito al pequeño. Ésta es una herida importante por
cuanto cuestiona el ser y estar en el mundo ¿por qué estoy aquí? ¿por qué
existo? Este niño cuando es adulto suele percibir un profundo sentimiento de
vacío, desarrollando la creencia interna de no merecimiento. Siempre está
alerta de pequeñas señales, incluso inexistentes, de rechazo y vive con un
resentimiento hacia los demás que le lleva a aislarse.
Es un adulto que se castiga, ya sea
haciendo cosas autodestructivas como anulándose a partir de la crítica. Es como
si creyeran que tienen que castigarse por ser quién es.
Con estas personas es muy bueno el mindfulness, amplificando su consciencia de sí
mismo y la capacidad de disfrute en lo sencillo. También gestionando la voz
crítica y desarrollando voces amables y cariñosas. Ésta es una persona
demasiado frágil cuando encuentra un amor honesto y verdadero, suele rechazarlo
o por su visión de túnel no verlo, incluso odiarlo pensando ¿Cómo puedes querer
a alguien como yo? Aquí el trabajo en amor propio es intenso, pues es posible
encontrar personas que incluso evitan mirarse al espejo. Tienen el “síndrome
del fantasma de la Ópera”, algo que también comparte con quien tiene la herida
de la humillación, y es que necesita esconderse, huir, evitar, cubrirse. El
tema es amor propio y bondad hacia sí mismo.
No todo el mundo tiene la herida del rechazo, aunque
haya sido rechazado, esta herida la tienen las personas que no aceptaron esta
circunstancia en su vida, que no se adaptaron a ella, y por tanto crearon una
máscara, la máscara de la huida.
Si esa herida no se sana, se va haciendo cada vez más
profunda y el cuerpo comienza a mostrar síntomas.
Si esa emoción no se libera, cada vez iremos
atrayendo más situaciones de rechazo a nuestra vida, es la manera que nuestro
Ser Superior tiene de llamar nuestra atención, tenemos que integrar la
experiencia, aceptarla y evolucionar.
Cómo reconocer la herida y la máscara
Las personas que sufren la herida del rechazo se
sienten infravaloradas, se anulan a sí mismas y pretenden hacer las cosas
perfectas para justificar que ellos se sienten imperfectos. Les cuesta pedir
ayuda.
Su cuerpo generalmente es delgado. Buscan la
invisibilidad, desaparecer.
Sus ojos son huidizos y suelen tener ojeras.
Tienen miedos injustificados, tienden a rechazar o
huir del amor.
Suelen tener problemas de piel, están a menudo
cansados; problemas digestivos y respiratorios.
Cada ser humano es especial en sí mismo, es único,
tiene cualidades que le hacen brillar pero su necesidad de adaptarse al mundo
le van configurando una personalidad que según las circunstancias y las
elecciones que toma, le sirve de medio de supervivencia. El alejarse de su
esencia, el no ser fiel a sí mismo provoca dolor, y la mejor manera que
encuentra para superar ese dolor, ya que todavía es un ser indefenso, es crear
una máscara, es decir una personalidad que tape a la suya, que le genera sufrimiento,
y que le permite sobrevivir aparentemente sin dolor.
Me acepto completa y profundamente: aceptar el
rechazo
Aceptar una experiencia no significa que nos guste ni
que estemos de acuerdo con ella. Más
bien se trata de comprender que llega a nuestra vida para que aprendamos a
través de lo que vivimos.
La aceptación es multidireccional. Aceptamos lo que
nos ha pasado y a nosotros mismos. Es decir, aceptamos que nos han rechazado y
a la vez también que nosotros hemos rechazado que nos lo hicieran y, por
supuesto, que nosotros podemos rechazar.
Es posible que aquí intervenga nuestro ego (o
personalidad) y nos trate de engañar haciéndonos ver que una herida está
solucionada solo aceptando que ha ocurrido, solo la primera parte, pero sin
aceptarse a sí mismo.
Tu ego puede tratar de que no tomes consciencia de
tus heridas porque cree que si te percatas de ellas, te quitarás la máscara y
sufrirás.
Aceptar es brindar amor en lugar de desear que
desaparezca lo que te hace sentir mal. Amar incondicionalmente es aceptar
aunque no estés de acuerdo y también aunque no lo comprendas.
Cuanto más aceptes que puedes rechazar, menos
rechazarás tú a los demás.
Pasos para sanar la herida del rechazo
Fase de reconocimiento: Reconocer que es una máscara lo que llevas puesto, lo
que te hace reaccionar así o interpretar así la realidad.
Fase de negación: Aceptar
que pueden sobrevenir intentos de rebelión, negación, justificación por parte
de tu ego.
Fase de asunción:
Asumir que fuiste rechazado, que la otra persona tiene derecho a rechazar, el
mismo que tú tienes a reprocharlo, a que no te guste, a sufrir y a rechazar a
los demás también.
Fase de regreso:
Regresar a tu origen. Sé tú mismo, vuelve a ser quien realmente eres, sin
máscara.
Tu herida de Rechazo estará en vías de
sanación cuando comiences a ocupas tu lugar en el mundo y te atrevas a
afirmarte; dejes de sentirte incómodo cuando alguien parece que no te tiene en
cuenta.
Trás la máscara de la herida del rechazo encontraremos : Un ser creativo, independiente, eficaz, con
capacidad de reacción, que
se adapta fácilmente a las situaciones
Libro las cinco heridas de la infancia .
Coach de crecimiento personal especializada en el estudio del cuerpo y las
enfermedades Lise Bourbeau
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