Perder Merece La Pena, Para Saber Ganar.

Perder Merece La Pena, Para Saber Ganar.

 En  éste post hablaré sobre la importancia de saber perder, en nuestras vidas, perder es un concepto que lo fabrica nuestra mente, pues realmente venimos solos y sin nada,y de la misma forma nos marchamos, en realidad todo esta disponible por un tiempo determinado, si nos aferramos a las cosas y las tomamos como posesiones , nos encontramos con la frustración de los niños pequeños cuando les quitan un juguete preciado. 
Esta sociedad en la que vivimos no nos enseña a perder. Tampoco es que nos haya enseñado bien a ganar, desde luego, y saber ganar es un conocimiento muy importante, porque si no digieres y relativizas tu triunfo es probable que se te suba a la cabeza . Yo he visto a algunas personas tan confundidas que creyeron que el éxito era un lugar que habían conquistado, y cuando se acabó (porque todo lo que sube, baja, y el éxito, que no es más que la mirada benevolente de los otros, es especialmente volátil) se quedaron desconsoladas, descolocadas.
Así que saber ganar también tiene su intríngulis. Pero cuando digo que no nos han enseñado a perder me refiero a que el fracaso, al igual que la muerte (ese gran, inevitable fracaso de la vida), es una realidad esencial que el mundo se empeña en ocultar.

Nuestro modelo social, en cambio, ha decidido prescindir de esas reflexiones tan fastidiosas para centrarse en el brillo y el jolgorio. A juzgar por los anuncios publicitarios, la vida es una fiesta interminable, lo cual tiene poquísimo que ver con la realidad, porque, incluso en el mejor de los casos, vivir tiene su cuota de desazón y duda. El malestar también forma parte de la existencia, igual que la alegría, pero se diría que el espejo colectivo en el que nos miramos no admite zonas de sombra, así que todos estamos demasiado empeñados en ser dichosos en sesión continua, ultra –
felices y mega- divertidos a tiempo completo, como si eso fuera lo normal. Y no, no es normal ni tampoco posible, pero la consecuencia de esta mentira es que la gente no sabe qué hacer con el desasosiego cotidiano y, en cuanto se topa con una pequeña frustración, piensa que está deprimida. No, hombre. La depresión es otra cosa. Que los días chirríen un poco de cuando en cuando es inevitable, sano, hasta necesario. Así es como valoramos lo que tenemos, gracias a los días de niebla.

Conseguir colocar todo eso, hacer frente a la propia decepción y a la de los demás, no caer en la culpa, en la paranoia, en la ira, en fortaleza.
Cuántas veces habré llorado a escondidas sin saber que la vida me estaba haciendo un favor, sin entender que lo ocurrido no era el fin del mundo, sino el principio de algo mejor. Porque existir es reiniciarse una y otra vez, es cerrar una ventana para abrir una puerta mientras nos secamos las lágrimas por lo perdido.


Albert Einstein solía decir que si había algo de lo que estaba agradecido, era a todas aquellas personas que a lo largo de su vida le habían dicho “no”. Cada una de las desilusiones sufridas por quienes se negaron a ayudarle en su momento, le permitieron más tarde encontrar ese motivante con el cual, aprender a hacer las cosas por sí solo. A ser más fuerte. Hay veces en que sencillamente, no podemos más. El estrés emocional ocasionado por tantas decepciones, fracasos y por cada “no” encontrado en el camino, nos obliga a detenernos. Es entonces cuando aparece la indefensión y la clara sensación de que hemos perdido el control sobre nuestras vidas.

El primer paso para propiciar el equilibrio interior es el llanto. Después de las lágrimas llega la calma, y seguidamente, la claridad. La tristeza honra nuestras pérdidas y es una emoción sagrada.



La adversidad es a su vez ese cruce en el camino por el que la mayoría habremos de pasar alguna vez. 
Aunque pensemos que la vida nos ha dado un “no” rotundo, a veces, no es más que un “espera un poco más”…nos enseña a perder para aprender a ganar.


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