LA IMPORTANCIA DE LA MADRE INTERNA
La Importancia de la Madre Interna: El
Duelo por lo Imperfecto, el Encuentro.
Vivimos aún en una cultura patriarcal donde la
ruptura con la naturaleza femenina se encarna sobre todo en la ruptura de la
relación madre-hija.
Muchas de nosotras hemos crecido cuestionadas,
desvalorizadas, temidas o ignoradas por nuestras madres.
Más allá de su amor o de su entrega, nos sentimos solas y sin una figura
materna que nos acompañe en el descubrimiento
de nuestras vivencias femeninas.
Me ha costado mucho tiempo entender que ellas,
aún más que nosotras, han sido víctimas de un mundo patriarcal que les impedía
crecer o expresarse. Me ha dolido
comprender que ellas, también fueron alejada de lo femenino instintivo, de
sus recursos sanadores, de sus cualidades nutricias y contenedoras.
Poco a poco, me he dado cuenta que ella también careció de una madre
que la guiara y las alentara en su búsqueda.
En el caso de mi madre su madre,
mi abuela falleció en el parto .Mi madre
y mi tía así crecieron sin madre y se
vieron separadas de la sabiduría de sus intuiciones más profundas y fueron
víctimas de un mundo donde las cualidades positivas de lo femenino estaban y
están ausentes.
Nuestra tarea como mujeres conscientes radica en transformar la madre interna dentro de nuestra psique creada a partir de nuestra madre biológica con sus limitaciones humanas en la madre que siempre necesitábamos y queríamos.
Podemos convertirnos en la madre que siempre queríamos
–hacia nosotras mismas.
De esta manera, somos capaces de aceptar las limitaciones
de nuestra madre externa, porque nuestra madre interna se convierte en la madre
primaria con la que podemos contar, de formas en que quizás nunca hemos podido
contar con nuestra madre externa.
Nuestra madre solo podía amarnos de la manera que podía
amarse a ella misma.
En un momento dado, debemos enfrentar el hecho de que
nuestra madre no pudo y no va a poder satisfacer nuestras necesidades de la
manera que necesitábamos y queríamos. Esto significa pasar por un proceso de
duelo.
Un duelo
por la forma en que tuvimos de compensar y sufrir la herida materna. Un duelo
por dejarme embaucar por la energía masculina por hacer en vez de sentir .
Al sanar tu madre interna, transformas tu
vida más allá de lo que puedas imaginar.
Al confrontar este dolor, podemos darnos
cuenta de que lo que pensábamos que era nuestro dolor es en realidad parte del
dolor de nuestra madre que nosotras hemos llevado por amor. Por amor a ti madre he llevado tu tristeza
profunda, tu soledad y muchos de tus miedos, tus sentimientos de vergüenza y
abusos, .Ahora podemos elegir dejar esta carga. De esta manera, en
lugar de atenuar nuestros sentimientos de culpa, podremos sentir la confianza en
nuestros cuerpos y en nuestros corazones para así desarrollar un sentido de
auténtica plenitud y amor propio.
Al convertirnos en la madre
“suficientemente buena” para nosotras mismas, nos liberamos no sólo a nosotras
mismas, sino también a todos aquellos que conforman nuestra vida. Es un reto reconocer ante nosotras de que
manera no fuimos amadas en nuestra relación con nuestra madre.
Al recordar y ver lo cargada y abrumada que
estaban pudimos pensar que éramos la fuente de su dolor. Esta “hija culpable”
puede mantenernos estancadas. Una forma de liberar nuestra culpa es
reconociendo la inocencia y legitimidad de nuestras necesidades infantiles.
Reconocer nuestra necesidad ser escuchada, acariciada,
abrazada, comprendida, reconocida, libre y juguetona , ágil , risueña, y todo lo que de niña necesitabamos.
Es
una forma de liberarnos de la vergüenza y bautizarnos a nosotras mismas en
nuestra bondad y divinidad.
Una vez hemos atravesado el duelo por
nosotras mismas, entonces podemos comenzar el duelo por nuestras madres y por
todas las mujeres.
El duelo nos repone y nos fortalece.
Como mujeres, podemos sanar y darnos lo que
nuestras madres no nos podían dar. Mi madre no me lo pudo dar porque no lo tuvo
y en su herida fallan las mismas cosas que en mi herida.
Podemos convertirnos en nuestra propia
fuente. El “dolor corporal” del colectivo femenino es sanado una a una. Y a medida que el dolor corporal femenino
se cura, lo mismo ocurre con el dolor de la comunidad humana. Nuestra propia sanación no es sólo un
regalo para nosotras mismas, también lo es para el mundo.
La herida de la madre es una gran oportunidad.
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