Cuento el hombre de las siete máscaras.





Este cuento corto, titulado el hombre de las siete máscaras“, nos
habla en forma
 simbólica sobre la diferencia
 entre el llamado yo social,
 y el tesoro que se
esconde en la sombra

Podéis ver más sobre abrazar nuestra sombra y la importancia de trabajar con
 nuestro mundo reprimido en otros artículos del blog.

Cuentan que en un tiempo y
lugar inciertos, vivía un hombre
 que creía ser feliz 
con sus siete máscaras.
 Una máscara para cada uno 
de los siete días de la semana.
Cada mañana, cuando 
salía a trabajar, cubría y
 (creía que) protegía su rostro con 
una máscara. 

Al regresar a casa, descubría su rostro antes de acostarse. 
Era tal su convicción que ni siquiera sabía por qué lo hacía, incluso para cada 
día festivo tenía caretas especiales.
Una noche, mientras dormía, un ladrón entró en su casa y se llevó todas
 sus máscaras. Por la mañana, al darse cuenta del robo, desesperó 
y se lanzó a buscar desesperadamente. Anduvo horas y días recorriendo, 
la ciudad, buscando por los bajos fondos, denunciando a distintas autoridades…
 pero el ladrón y sus máscaras no aparecían, de hecho no aparecieron nunca.





El ánima, representa lo asociado
 a lo femenino en el hombre.
 Suele ser una fuente de sabiduría oculta.






Un día, desesperado ya de tanto buscar, se dejó caer en el suelo y lloró 
desconsoladamente, como cuando era niño. Una mujer que pasaba por allí,
 se detuvo, le miró a los ojos y le preguntó:
– ¿Por qué lloras así?.
Nuestro protagonista, durante unos segundos quedó aturdido ante
 esa presencia. Sus ojos profundos le resultaban familiares y lejanos a la vez.
– Un ladrón me ha robado mi bien más preciado, mis máscaras, y sin
 ellas mi rostro queda expuesto y tengo miedo, me siento débil y vulnerable.
Ella le respondió:
– Consuélate, mírame bien, yo nunca llevé máscaras, tengo tu edad y vivo feliz.
Él la miró largamente, era una mujer de una belleza profunda, le recordaba 
algo… pero no sabía qué.
Ella se inclinó, enjugó sus lágrimas y le dio un beso en la mejilla. 
Por primera vez en su vida, aquel hombre, sintió la dulzura de una caricia en su rostro.

Véronique Tadjo

Este relato que nos llega de esta escritora de Costa de Marfil, es una metáfora 
transcultural que ilustra una dinámica muy corriente en nuestra sociedad
 y más aún en el modelo de masculinidad que el patriarcado exige. 
La supremacía del rol, el estatus, el “saber estar”, el yo ideal etc.… 
por encima de la autenticidad y sus vulnerabilidades (mal entendidas como debilidades).
Si bien el desarrollo de la historia difiere, el relato se nutre del mismo substrato 
que el libro “El caballero de la Armadura Oxidada”. Y como casi siempre 
suele suceder en las buenas metáforas, nos ofrece una solución, aunque 
sea en forma simbólica (el lenguaje del subconsciente).


Para hallar esta solución, debemos reinterpretar, como en los sueños  a qué parte 
nuestra se refiere cada uno de los personajes. Es decir, todos y cada uno de los 
protagonistas de los sueños que vivimos, son partes nuestras que nos hablan 
desde su peculiar idioma. En los cuentos,  es cierto que cuando el relato es
 inspirador, podemos encontrar especiales resonancias en nuestro mundo 
anímico a través de cada uno de los personajes. Sólo es el observador y su
 momento presente el que puede determinar con qué momento de su
 vida presente se relacionan.

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