CUENTO PARA PENSAR: EL SAPO Y LA ROSA



CUENTO PARA PENSAR: EL SAPO Y LA ROSA

            En un hermoso jardín de una antigua vivienda situada a las afueras de la ciudad, florecía una bellísima rosa. Nadie la cortaba porque a su lado estaba un sapo grande, gordo y feo.

            La rosa, enojada, le miraba con asco. No le parecía bien que aquel ser que croaba, la mirara con grandes ojos saltones, hecho que provocaba que las personas se retiraran de allí. No comprendía cómo ese ser podía estar a su vera. Ella que era tan bonita, con sus pétalos aterciopelados, su rica fragancia y su esbelta figura no merecía aquel compañero tan vulgar.


Un día, muy enfadada, la rosa le dijo al sapo:

-         ¿Por qué no te alejas de mí?

El sapo, muy triste y apenado intentó contestar a la rosa que inmediatamente alzó su corola y no permitió que el tímido sapo le diera sus explicaciones.

            Se alejó totalmente hundido y mientras se marchaba no podía entender por qué la rosa, junto a la que había estado todo ese tiempo, se enojaba tanto con él y le apartara, sólo porque no le gustara su aspecto.

            Pasaron algunas semanas y el sapo decidió dar una segunda oportunidad a la rosa. Pasó de nuevo por la calle donde se situaba aquella vieja mansión y vio, desde la verja, a la rosa algo mustia y con menos color y brillo del que solía tener.

El bonachón del sapo, algo apenado por ver así a su amiga le croó desde la verja: 

-         Rosa, ¿qué te ocurre? ¿quieres que vuelva para quedarme junto a tu tallo?

La rosa, algo menos altiva que otras veces, le contestó rápidamente:

-         Ya te dije que mi belleza merece mejor compañero que tú. Eres un sapo, ¿qué te crees?

Una vez más el triste anfibio decidió seguir su camino y elegir otro lugar donde pudiera seguir alimentándose lejos de su amiga la rosa. Al sapo le encantaban los escarabajos, hormigas, ciempiés, lombrices y toda clase de insectos y era muy buen cazador así que no tendría problema para buscarse un nuevo jardín donde vivir.



            Pero pasado un mes, el sapo, que era un buen amigo, decidió volver a visitar a su amiga la rosa y darle una tercera oportunidad. Tal y como se iba acercando al jardín de la antigua casa, se quedó boquiabierto: los pétalos de la rosa se habían marchitado por completo. Muy preocupado le preguntó qué había ocurrido y la rosa, totalmente abatida le contestó: “Las hormigas me comen día y noche”. A lo que el sapo le contestó: “Cuando yo estaba a tu lado no las dejaba. Me las comía yo y por eso lucías tan hermosa”

MoralejaMuchas veces despreciamos a los demáo algo
que enseñar, y nadie debe desprecia




Muchas veces despreciamos a los demás por creer que somos más que ellos, más bellos, mejores, simplemente que no nos "sirven" para nada. Nadie sobra en este mundo, todos tenemos algo especial que hacer, algo que aprender de los demás o algo que enseñar, y nadie debe despreciar a nadie. No vaya a ser que esa persona nos haga un bien del cual ni siquiera seamos conscientes.

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