EL REGALO DE LOS PADRES ....ÁRBOL DE LA VIDA
El árbol de la vida.
Yo tengo frente a mí la imagen de un árbol. En otoño
sopla el viento y esparce las semillas. Una de las semillas cae en un suelo
fértil, otra sobre un suelo pedregoso. Cada semilla debe desarrollarse allí
donde cayó. Ella no puede elegir el lugar. Del mismo modo nosotros no podemos
elegir a nuestros padres. Ellos son el lugar en donde nuestra vida florece,
solamente allí. Si las semillas de un árbol cayeron en suelo fértil o sobre
tierra pedregosa, más allá de cómo crezca, el árbol será igualmente perfecto. Y
él también dará frutos. Sus semillas serán esparcidas nuevamente y ese mismo
árbol crecerá de maneras distintas en diferentes lugares. Para que nosotros
podamos crecer tenemos, por esa razón, que definir el lugar al que estamos
ligados, independientemente de cómo sea. Más allá de las “ventajas” o
“desventajas”, cada lugar obliga a un desarrollo particular. Cada lugar ofrece
oportunidades especiales y fija determinados límites. Pero la vida misma es
tanto en un lugar como en otro pura y auténtica.
Veneración por la vida.
Las relaciones de pareja tienen que ver con la vida.
A través de la relación de pareja la vida se transmite. ¿De dónde tienen las
parejas la vida? ¿Les pertenece? ¿O solamente fluye a través de ellas? Fluye a
través de ellas, desde muy lejos.
Independientemente de que cómo el hombre y la mujer
sean personalmente, la vida fluye a través de ellos a raudales. El hombre y la
mujer transmiten toda la vida, así como ellos la recibieron de sus padres y
como sus padres la recibieron desde muy lejos.
Por consiguiente, la vida es independiente de cómo el
padre y la madre de un niño sean en su vida. Desde este punto de vista nosotros
podemos y debemos mirar a nuestros padres de otra manera. También los padres
deben mirar a sus hijos de otra manera. Con veneración. El niño mira a sus
padres y a través de ellos mira lejos en el pasado, allí de donde la vida
originalmente viene. Cuando el niño toma la vida la toma no solamente de sus
padres sino que, al mismo tiempo, la toma de muy lejos. Por esa razón todos los
padres son perfectos. Desde este punto de vista no existen padres mejores o
peores. Solamente hay padres. Cuando podemos reconocerlo y nos adecuamos a esta
visión, entonces podemos tomar toda la vida de nuestros padres.
Pero cuando interiormente rechazamos a uno de
nuestros padres, cuando les hacemos reproches, entonces cerramos nuestro
corazón a la plenitud de la vida. Entonces sólo recibimos una parte, o mejor
dicho, nosotros sólo nos quedamos con una parte. A pesar de todo, nuestros
padres nos determinan de una manera decisiva.
Toda la vida
Lo aplico ahora a la relación de pareja. Una pareja
tiene un hijo. En el niño se unen el hombre y la mujer y se convierten en
padres. Algunas madres dicen, el niño debe ser como yo, y algunos padres dicen,
el niño debe ser como yo. ¿Qué pasa en ese momento? La vida del niño no
es tenida en cuenta. Porque así como la vida que viene a través de su padre es
perfecta, también la vida que viene a través de su madre es perfecta.
Una vez que una pareja lo ha comprendido, entonces el
padre amará en su hijo también la vida que viene a través de la madre, y la
madre amará en el niño también la vida que viene de su padre, con todas las
singularidades que uno u el otro tenga.
Eso es humilde. Si respetamos la vida que viene de
nuestra pareja nos inclinamos ante la vida como un todo. Cuando un hombre dice:
“La vida que viene de mí es mejor a la que viene a través de la mujer”, en
cierto modo atrapa la vida con sus manos. Cree que la vida le pertenece como
algo personal y se coloca por encima de ella. Esto daña su alma. Daña la
relación de pareja. Daña al niño.
La separación del hijo en la adultez .
No siempre a un niño le resulta fácil renunciar a los
deseos profundos que como niño tuvo en relación con su madre. Muchos tienen la
fantasía que la madre es todo. Ellos esperan todo de ella. Mientras lo
sigan haciendo seguirán siendo niños. La persona adulta sabe que la madre podía
haber hecho mucho más. Pero es suficiente con lo que ella hizo. Si algo falta,
la persona podrá obtenerlo en algún otro lugar. Entonces la madre podrá tener
su paz.
Forma parte de la separación de los padres que el
niño les diga: “Gracias. Yo recibí mucho de ustedes y eso es suficiente. El
resto lo haré yo mismo. Y ahora los dejo en paz. Ustedes ya hicieron su
trabajo, ahora yo haré el mío. Yo traspaso lo que ustedes me regalaron”. En ese
momento los padres tendrán su paz y el niño tendrá la suya. Ellos están
separados y sin embargo se tienen unos a otros. Los padres conservan al hijo y
el hijo conserva a sus padres. Y no obstante ellos están separados.
Cuando, por el contrario, se hacen reproches el niño
dice: “Me falta algo, ustedes todavía me deben algo”. En ese instante el niño
mira a los padres en lugar de mirar la vida. De esa manera será incapaz de
actuar. En tanto que alguien les haga un reproche a sus padres y todavía espere
algo de ellos no podrá tomar aquello que sus padres sí le dieron. Si él lo
tomase podría ver: es tanto lo que me dieron que no hay espacio para ningún
reclamo más. Estas expectativas sobre los padres impiden la acción.
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