OTOÑO . Confiar como el árbol que confía en que las hojas volverán a salir la próxima primavera.





El otoño marca el final de la estación de la abundancia (el verano) y con él llega el momento de soltar y de ir hacia adentro. La naturaleza nos enseña y muestra cómo los árboles y plantas se ajustan a este ciclo: sus hojas cambian de color y caen; vuelven a la tierra para enriquecerla y dar lugar a nuevas hojas en el futuro. Los árboles no guardan sus hojas por si fueran a necesitarlas. Confían en que se regenerarán nuevas.

Soltar internamente significa dejar partir, dejar de aferrarnos a situaciones que nos hacen daño, personas que ya se han ido, objetos, pertenencias, roles sociales, patrones condicionados de comportamiento, relaciones, emociones, expectativas…


Soltar conlleva una pérdida emocional, y en muchos casos una renuncia. Supongamos que hablamos de una situación que resulta limitante: Un trabajo que no te permite crecer profesionalmente pero te ofrece estabilidad económica.
En primer lugar acepta que las cosas no son como te gustarían, que ya no hay nada más que puedas hacer para cambiarlas.
En segundo lugar acepta que al soltar renuncias a esa ganancia que estás obteniendo. Renuncias a esa parte que sí quieres,  para poder dar el siguiente paso: crecer profesionalmente y realizarte.

Las desventajas de la situación hacen que quieras soltar pero, ¿cómo soltar las grandes ventajas que hacen que te apegues?
 
Es difícil que puedas soltarlas sin dolor, y digo dolor y no sufrimiento. Soltar sin sentir dolor no siempre es posible, porque al soltar algo también sentimos que dejamos ir un pedazo propio: los sueños, las esperanzas, las expectativas, la seguridad, el deseo de compartir con esa persona que ya no está a nuestro lado.

¿Cómo confiar que volverás a encontrar esas ventajas en otro sitio?


 La confianza sería el siguiente paso.


Confiar como el árbol que confía en que las hojas volverán a salir la próxima primavera.

Confiar para entregarte a la desnudez, al vacío, sin miedo. Al respirar sueltas el aire sabiendo que seguirá estando ahí para que puedas inhalarlo, pero colmado esta vez de oxígeno renovado y vida. No es el mismo aire, pero al mismo tiempo sí lo es.

Esta una decisión personal: ¿confiar o vivir con miedo? Recuerda que atando a ti aquello a lo que te apegas, también te atas tú. Ese castillo que construiste en el que te sentías seguro, ahora es tu prisión. Sin duda cuesta más soltar que seguir aferrada/o a lo que crees es tu tabla de salvación. Sabes que sería lo mejor para ti, pero sientes todo lo contrario y sigues aferrándote ¿Qué está pasando?

¿Qué parte de ti tiene más dificultades para soltar? ¿Quizá tú parte emocional, irracional, impulsiva? Es esa parte denominada niño interior que se apega como mismo necesitaba apegarse a mamá para sentirse seguro. ¿Para qué te estás aferrando aquí y ahora?




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