Amor Y Apego.

El Amor Y  Apego.



En éste post hablaremos del apego y el  amor , términos muy relacionados y confundidos a la vez. En primer lugar definiremos el apego como la necesidad de estar cerca de la figura significativa, que  es tan importante que el cerebro cuenta con un mecanismo encargado de crear y regular nuestra relación con las figuras de apego y se denomina “sistema de apego”, el cual consiste en una serie de emociones y conductas que nos garantizan protección y seguridad mientras nos mantengamos cerca de nuestros seres queridos.

Este mecanismo del cerebro explica el porque los niños se sienten ansiosos cuando son separados de la figura materna y la buscan desesperadamente hasta que el contacto se restablece. Estas conductas se denominan conductas de protesta y siguen existiendo en la edad adulta.

Si tu pareja realiza un viaje por carretera, y tú te enteras que hubo algún accidente, tu sistema de apego se activa y sientes ansiedad o pánico. La conducta de protesta se manifiesta cuando empiezas a hacer llamadas al celular de tu pareja o a tratar de obtener información y no te quedas tranquilo hasta escuchar su voz y saber que él o ella están a salvo.

En el caso del apego, aunque todos compartimos la necesidad de crear vínculos estrechos, la forma de hacerlo es distinta de un grupo a otro. En un entorno peligroso, el invertir gran cantidad de tiempo y energía en un sólo sujeto no sería muy conveniente pues este no tendría muchas probabilidades de sobrevivir mucho tiempo y sería más sensato evitar crear lazos muy estrechos (de ahí el estilo evasivo).

 En cambio, en un contexto más seguro, invertir energías en crear un vínculo de apego con un individuo particular, sería conveniente para éste y para la descendencia, de ahí el estilo seguro.

 A pesar de que ya no se viven los riesgos de la era prehistórica a causa de los depredadores, en términos evolutivos no estamos muy lejos del viejo orden de cosas. El Homo sapiens nos ha legado el cerebro emocional, de tal modo que nuestras emociones están diseñadas para operar en su entorno y superar los peligros que se afrontan. Los sentimientos y conductas que definen las relaciones actuales no difieren mucho de los que caracterizaban a nuestros antepasados.


Aparecen claramente ante tus ojos las trampas, saboteos y vicios comunicativos. Aparece con claridad lo que marca el desencuentro.

La canción es de Juanes y dice: “...porque nada valgo, porque nada tengo, si no tengo lo mejor: tu amor y compañía en mi corazón.” Esta canción se titula “Nada valgo sin tu amor” y representa de manera sintética lo que en general es disfuncional en las parejas en nuestra sociedad.

Y es que eso creemos: que nada valemos sin el otro, que el otro es nuestra media naranja, que es el aire que respiramos y los ojos a través de los cuales vemos. Nos elegimos con otros desde sentirnos carentes, despojados de toda sensación de completud. Vamos por el mundo buscando complemento y “amor” como zombis que buscan cerebros. Y cuando lo conseguimos, nos aferramos a esto cual si fuera el último salvavidas del Titanic. La tabla de salvación de una vida insulsa.

El amor, desde mi forma de ver, es otra cosa. El amor es elección, no necesidad. El amor se vive en libertad, no en cadenas. El amor es completud y suficiencia, no carencia y desesperación. El amor implica renuncia en pro de algo más grande, no abandono de mi mismo.  El amor significa caminar en paralelo, no fusionarse. El amor existe en la medida en que el otro me potencia, no me reduce a una patética versión de mi mismo.


Y entonces, ¿qué hace que a lo mismo que llamamos apego, llamemos amor? ¿qué hace que estas dos cosas tan diferentes las llamemos igual?

Claramente somos productos de familias que, en gran medida, nos crían desde la carencia. Carencias que ellos mismos traen de sus familias y que esa cadena se remontan al inicio de la humanidad. Somos una humanidad carencial, siempre hambrienta de calmar su hambre de vínculo y afecto. Somos seres humanos con grandes dificultades para reconocernos como somos. 
Le tenemos fobia al espejo.

De ahí, buscamos todo lo que creemos que nos falta afuera. Lo buscamos en la pareja. Pero no solo en la pareja lo hacemos en la comida, en la bebida, en las drogas, en el juego, etc. Desde nuestro vacío existencial actuamos compulsivamente rebotando entre abundancia y escasez. 


Nunca la humanidad había sido tan abundante y nunca tan escasa.



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