"LAS ZAPATILLAS ROJAS " PSICOLOGÍA DETRÁS DEL CUENTO.
"LAS ZAPATILLAS ROJAS "
La verdad psicológica que encierra el
cuento de “Las zapatillas rojas” es que a una mujer se le puede arrancar, robar
y amenazar su vida más significativa o se la puede apartar de ella por medio de
halagos a no ser que conserve o recupere su alegría básica y su valor salvaje.
El cuento nos invita a prestar
atención a las trampas y los venenos con los que fácilmente tropezamos cuando
estamos hambrientas de alma salvaje.
Sin una firme participación en la
naturaleza salvaje, una mujer se muere de hambre y cae en la obsesión de los “me
siento mejor“, “déjame en paz” y “quiéreme…por favor“.
Cuando se muere de hambre, la mujer acepta
cualquier sucedáneo que se le ofrezca, incluyendo los que, como placebos
inútiles, no le sirven absolutamente para nada y los que son destructivos,
amenazan su vida y le hacen perder lastimosamente el tiempo y las cualidades o
exponen su vida a peligros físicos. El hambre del alma induce a la mujer a
elegir cosas que la harán bailar locamente y sin control… hasta llegar
finalmente a la casa del verdugo.
Por consiguiente, para comprender más
profundamente este cuento, tenemos que percatarnos de que una mujer puede
extraviar totalmente el camino cuando pierde su vida instintiva y salvaje. Para
conservar lo que tenemos y encontrar de nuevo el camino de lo femenino salvaje,
tenemos que saber qué errores comete una mujer que se siente tan atrapada.
Entonces podremos retroceder y reparar los daños. Entonces podrá tener lugar la
reunión.
Tal como veremos, la pérdida de las
zapatillas rojas hechas a mano representa la pérdida de la vida personalmente
diseñada y de la apasionada vitalidad de una mujer, así como la aceptación de
una existencia excesivamente domesticada, lo cual conduce a la larga a la
pérdida de una percepción fiel, que provoca a su vez los excesos que llevan a
la pérdida de los pies, la plataforma que nos sostiene, nuestra base, una parte
muy profunda de la naturaleza instintiva que sostiene nuestra libertad.
“Las zapatillas rojas” nos muestra cómo se
inicia el deterioro y a qué estado nos reducimos si no intervenimos en nombre
de nuestra propia naturaleza salvaje.
No nos engañemos, cuando una mujer se
esfuerza por intervenir y luchar contra su propio demonio cualquiera que éste
sea, su esfuerzo es una de las batallas más dignas que se pueden emprender
tanto desde el punto de vista arquetípico como desde la perspectiva de la
realidad consensual.
Aunque la mujer pudiera llegar como en el
cuento hasta el fondo del mayor de los abismos por medio del hambre, la
captura, el instinto herido, las elecciones destructivas y todo lo demás, el
fondo es el lugar que alberga las raíces de la psique. Allí están los
apuntalamientos salvajes de la mujer. El fondo es el mejor terreno para sembrar
y volver a cultivar algo nuevo. En este sentido, alcanzar el fondo, aunque sea
extremadamente doloroso, es también llegar al terreno de cultivo.
Aunque por nada del mundo desearíamos la
maldición de los perjudiciales zapatos rojos y la consiguiente disminución de
vida ni para nosotras ni para las demás, hay en esta ardiente y destructiva
esencia algo que combina la vehemencia con la sabiduría en la mujer que ha
bailado la danza maldita, que se ha perdido a sí misma y ha perdido la vida
creativa, que se ha precipitado al infierno con un barato (o caro) bolso de
mano y que, sin embargo, se ha mantenido aferrada en cierto modo a una palabra,
un pensamiento, una idea hasta que, a través de una rendija, pudo escapar a
tiempo de su demonio y vivir para contarlo.
Por consiguiente, la mujer que ha perdido
el control bailando, que ha perdido el equilibrio y ha perdido los pies y
comprende el estado de privación a que se refiere el final del cuento de hadas,
posee una sabiduría valiosa y especial. Es como un saguaro, un espléndido y hermoso
cacto que vive en el desierto.
A los saguaros se los puede llenar de
orificios de bala, se les pueden practicar incisiones, se los puede derribar y
pisotear, y ellos siguen viviendo, siguen almacenando el agua que da la vida,
siguen creciendo salvajes y, con el tiempo, se curan.
Los cuentos de hadas terminan al cabo de
diez páginas, pero nuestras vidas, no. Somos unas colecciones de varios tomos.
En nuestras vidas, aunque un episodio equivalga a una colisión y una quemaduras
siempre hay otro episodio que nos espera y después otro. Siempre hay
oportunidades de arreglarlo, de configurar nuestras vidas de la manera que
merecemos. No hay que perder el tiempo odiando un fracaso. El fracaso es mejor
maestro que el éxito. Presta atención, aprende y sigue adelante. Eso es lo que
estamos haciendo con este cuento. Estamos prestando atención a su antiguo
mensaje. Estamos aprendiendo lo que son las pautas perjudiciales para poder
seguir adelante con la fuerza propia de quien puede presentir las trampas, las
jaulas y los cebos antes de caer en ellos o ser atrapados por ellos.
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